miércoles, 30 de abril de 2008

Con vos

Con vos no sé qué me pasa. Con vos nada es casualidad, nada es porque sí, nada es espontáneo. Con vos me siento diferente. A veces quiero correr, a veces me escondo a llorar. A veces sonrío, a veces te ignoro. A veces, simplemente, intento volver a ser la que fui. Y probé mil fórmulas para ser mi yo pasado, pero nada parece servir. Nada me sirve. Te odié tanto que me cansé de amarte. Todavía me tiembla la voz cuando te hablo y se me enfrían las manos cuando te siento cerca. Todavía mi cuerpo me aparta y me abandona en las sombras del pasado, dejándome en permanente evidencia por más que me esmere en disimular. Todavía grito tu nombre en el silencio para despertar encerrada en desilusiones. Rezo para que me invada la indiferencia, porque con vos ya no sé quién soy. Con vos me cuesta ser yo misma, me cuesta conversar indiferente, me cuesta reaccionar como mujer. Me sobra escucharte para que la razón me abandone, para correr por los laberintos del pensamiento hilando supuestos que nunca conoceré. Con vos aprendí a inventarme. Y me resisto, me resisto a la formalidad, me resisto al aburrimiento, me resisto a aceptar este papel insulso que me obligás a jugar. Me resisto a olvidar esto que fue y no llegó a ser, esto que inventaste de la nada para que yo construyera después. Con vos sostengo la realidad solo en palabras, palabras disfrazadas de formalismo contradictorio y estructuras inconclusas, para que cuando ya sea tarde te des cuenta de que, a pesar del tiempo, con vos nunca volveré a ser yo.

martes, 22 de abril de 2008

Donovan y yo II

Ayer volví a pensar en el profe de gimnasia. Insisto en que pienso en él no porque me interese entablar algún tipo de vínculo sino porque no entiendo bien cómo termino siendo siempre blanco de depredadores natos a pesar de ignorarlos. O no los ignoro como corresponde o mientras yo creo que los ignoro ellos entienden mis mensajes de otra forma, como sucedió con mi ex terapeuta.
Apenas recuerdo la charla camino al vestuario, solo recuerdo que mientras más me hablaba yo más triste me ponía. Reviví en su discurso las charlas de los coordinadores de los viajes de egresados a Bariloche, que sienten que se las saben todas, que tienen a las adolescentes a sus pies por más mamarrachos que sean y que hacen palitos en la pared de la habitación con la cantidad de mujeres que se llevaron a la cama.
Y yo no quiero eso. No quiero ser un palito en la pared, no quiero ser la figurita repetida, no quiero ser una noche. Yo quiero ser el gran amor de alguien, quiero ser una gran pasión, quiero que no puedan dormir pensando en mí, que me extrañen, que me escriban cosas lindas.
En todo este tiempo aprendí a distinguir rápidamente dónde puede existir una posibilidad de relación y dónde no. Quizás Donovan pueda darme lo que necesito, pero como están planteadas las cosas, las probabilidades de que eso suceda son muy bajas. Nunca será el amor de mi vida y yo nunca seré el suyo. Nunca sentiré por él lo que sentí la última vez, nunca me quitará el sueño, nunca podré escribirle nada, nunca será mi gran pasión. Y antes que una buena noche, prefiero seguir insistiendo con las clases de body combat.

miércoles, 16 de abril de 2008

Donovan y yo

Ayer volvía a mi casa pensando en el profesor de gimnasia. Y en mí. Y en él. Y en mí. Y en cómo comenzaron nuestras estúpidas charlas. Y no lo digo porque no me resulte grato conversar con él, sino porque para mí es una simple conversación intrascendente y para él… ¿Y para él? ¿Y qué pensará él que son para mí nuestros diálogos de cinco minutos post clase? Y me preocupé porque, en general, mientras yo pienso que el tipo es simpaticón y buena gente, el otro divaga por el mundo carnal suponiendo que estoy servida en bandeja y muerta a sus pies. Entonces me puse a pensar que tengo ante mí una nueva situación ambigua que estoy a tiempo de observar en detalle antes de meter la pata o cambiar de gimnasio.
El sujeto en cuestión mide como doscientos metros, tiene más músculos que Superman, sus manos deben tener el tamaño de mi cabeza y es lo más parecido que vi en mi vida a la versión morocha de Mike Donovan, de “V, invasión extraterrestre”. Yo vestida para hacer gimnasia soy la reencarnación de Doña Florinda. Mis musculosas están llenas de agujeros, mis medias no combinan con nada, mis zapatillas no se fabrican más y tomo esa clase de body combat porque el horario me queda bien. Nada más que por eso. Soy la antítesis en persona de la lucha libre. Mi escasa formación física se limita a la danza, a la expresión de las manos en el movimiento, a la dulzura en los pasos, a los pies estirados; y no a darle piñas a un oponente imaginario. Y así comenzó todo. Mientras yo me esmeraba en reventar a patadas a quien le tuviera bronca ese día, él me gritaba que pusiera más voluntad y que dejara el ballet para el teatro Colón.
Un día, cuando la clase terminó, me llamó aparte y me dijo:

Donovan

—Disculpame, ¿vos por qué venís a esta clase?

Beya
(Si le digo que vengo porque es la única clase que hay a las 13.00hs no le va a gustar).

—Porque quiero tonificar los músculos de los brazos. Hablando de eso… (Y comencé con un interrogatorio impreciso de cómo había que mover el brazo para que trabajara mejor). Sorprendido ante semejante cadena de preguntas gansas, contestó:

Donovan

—Vayamos bajando. En el camino te explico…
Continuará…

jueves, 10 de abril de 2008

I did it!


Hoy tuve una mañana divertida. Hoy, después de muuuchos años de tener la idea en mente, pude concretarla. ¡Cuidado peatones! ¡Ya tengo registroooooooooooooooooooo!




Un especial agradecimiento a Mike, que me bancó y toleró las tres horitas que duró el examen. ¡Graciassssss!

lunes, 7 de abril de 2008

Feliz cumple

Un día como ayer, soleado y radiante, pero del año dos mil cuatro, me levanté al alba para ir al sanatorio. Después de cuarenta y un semanas de embarazo, todo indicaba que ESE sería el día. Y así fue. Alrededor de las diez de la mañana comenzaron a inducirme el parto. A todo lo que usualmente acompaña al nacimiento del primogénito, yo le sumaba un cuadro previo bastante difícil, una mudanza a los cinco meses de embarazo, un padre ausente, abuelos paternos ignorantes y agresivos, y una partera muy particular.
En general, en situaciones que me producen muchos nervios, suelo quedarme callada y muy tensa. Así estaba yo ese día en la habitación cuando la señora partera (conociendo mi situación de enfrentar semejante acontecimiento sola) me dijo: “Hay dos maneras de hacer esto: o por las buenas, o por las malas”. Y ayer me acordaba de esta frase. Ayer me acordaba de las cinco horas que estuve en la sala de partos. Ayer me acordaba de que después del parto tuve una hemorragia muy fuerte.
Ayer, a las 21.31 horas, la peque cumplió cuatro hermosos años de haber venido a este mundo. Ayer, a pesar de haber vivido sola las experiencias más fuertes que una mujer experimenta en sus entrañas cuando está embarazada, la primera ecografía, las descomposturas, la acidez, la última ecografía, los movimientos en mi panza; reviví el sentimiento de amor más básico, puro, cálido y humano que jamás había experimentado antes de ser mamá. Ayer, cuando la veía bailar, cantar, reír y jugar con sus amiguitos, supe que, a pesar de los golpes, de las agresiones, de las piedras en el camino y de las frases que en mi vida comprenderé, la peque es una nena feliz. Y estoy sumamente emocionada por mi capacidad para generar algo tan maravilloso en un ser humano: que la vida le sonría.
Feliz cumpleaños, Mile. Te ama mucho,
Mamá.




martes, 1 de abril de 2008

Ser o no ser

Hay cosas que, definitivamente, nunca seré. Hay cosas que, definitivamente, nunca viviré. O porque ya estoy un poco grande o porque tengo más posibilidades de que me morfe un tigre blanco en la puerta de mi casa que de que tantas cosas extraordinarias se conjuguen al mismo tiempo. Algunas por suerte, otras por desgracia. En general, para lo maravilloso y para los cuentos de hadas uno ya está grande, pero para lo caótico y desdichado pareciera que siempre hay tiempo. Difícilmente uno puede decir que va a pasar de mendigo a millonario, pero de millonario a mendigo…
Nunca seré, por ejemplo, una niña prodigio. Tampoco seré astronauta, ni una paquita de Xuxa, ni la hija de un príncipe ni una virtuosa del clarinete. Nunca seré presidente, ni monja de clausura, ni dueña de una isla, ni un genio del ajedrez. Tampoco sabré jamás lo que es levantarse al alba todos los días para cosechar soja u ordeñar las vacas, ni ser diplomática de la ONU. Nunca tendré la habilidad de hablar siete idiomas, de ganar una medalla de oro en las olimpíadas ni de pilotear un avión. No me casaré virgen. No bailaré con Julio Bocca. Y dudo que a pesar de mi pasado artístico Hollywood pueda reconocerme como estrella para filmar la versión 22.344.355.252.556 de Matrix.
Pero, por ejemplo, todavía estoy a tiempo de irme a pique. Todavía tengo tiempo de quedarme sin un peso, de convertirme en una drogona sin remedio, en una alcohólica anónima; de volverme una asesina serial o una psicótica de chaleco blanco. Todavía puedo llenarme de piojos y dormir debajo de un puente. O comer hasta quedar más gorda que un elefante. O emborracharme en el Casino e hipotecar mi casa.
Entonces me pregunto qué cosas estarán a mi alcance, cuáles dependen de mi empeño y mi buena voluntad y si estaré a tiempo de lograrlas. Me pregunto en qué debería invertir los años que me quedan por delante para evitar que las siete plagas de Egipto caigan sobre mí y para tener un futuro medianamente agradable y feliz. ¿Debo insistir en darle bolilla a mis inclinaciones artísticas y ver si me aceptan en el ballet del Colón a los cincuenta años? ¿Debería probar con el azar y ver si puedo comprar acciones en Wall Street? ¿Me someto a una cirugía plástica y me postulo como modelo de Pancho Dotto?
No lo sé, pero al final, ser o no ser, es la cuestión.