lunes, 4 de diciembre de 2006

Mi vecino el asesino

Todos tenemos un vecino hincha pelotas. Todos. Claro que hay distintos grados de hincha pelotez, tenés desde los que viven a los gritos, dan portazos, bailan malambos en el living a las tres de la mañana, hasta los que estrenan batería los domingos lluviosos de siestita o le enseñan al perro a hacer sus necesidades en tu casa. Un capítulo aparte merecen los que te "enchufan" al crío durante horas bajo el lema: "te lo dejo un ratito, hago unas compritas y lo busco". Y por poco el pibe se queda con vos hasta Pascuas.
Pero bueno, en este caso, no voy a referirme a ninguno de ellos, sino a los menamoréconsolovertepasar. Uf. Dios. Los peores, porque meten miedo.
Al principio no los ves, o peor, los ves pero nunca te acordás bien dónde viste esa cara antes, si es el profe de natación de la nena, si es el pibe del delivery, si es el reemplazo del encargado o si, efectivamente, vive tan solo a dos puertas de la tuya. Después empiezan los cruces casuales en el ascensor, el sótano, la puerta de entrada, el super, y que, por supuesto, con el tiempo descubrís que de azarosos no tenían nada.
No hace tanto, uno de estos simpaticones apareció en mi vida. Al principio me hizo sentir bien, traía regalos, cargaba las bolsas del supermercado, jugaba con mi hija, ofrecía ayuda incondicional en todo momento... Fue así que tuve la mala idea de aceptar su invitación a comer una pizza al bar de la esquina. Diossssss, mi solo consentimiento alcanzó y sobró (de hecho todavía estoy padeciendo las consecuencias) como para empezar a recibir llamados a toda hora, mensajes infinitos al celular con diversas invitaciones y románticos comentarios tales como: ¡Qué linda luna hoy!, y demás.
Lo peor es que está metido en casa, que no necesita permiso alguno para sortear la puerta de entrada y pegarse al timbre de tu departamento durante horas sin ningún pudor o recaudo. Entonces terminás apagando todas las luces (no sea cosa que vislumbre un velador encendido y para él eso sea sinónimo de te invito a pasar) e implementás el código de señas con toda tu familia (para que no escuche ningún sonido tampoco), usás auriculares para ver la tele y suplicás que no esté en la puerta a la hora que llegás de trabajar, para lo que te inventás ochocientos planes que te hagan cambiar los horarios de llegada.Y ya estoy al borde de un ataque de nervios.

Evidentemente o hay algo que no entendí, o tengo muchos problemas con los vecinos...