martes, 22 de abril de 2008

Donovan y yo II

Ayer volví a pensar en el profe de gimnasia. Insisto en que pienso en él no porque me interese entablar algún tipo de vínculo sino porque no entiendo bien cómo termino siendo siempre blanco de depredadores natos a pesar de ignorarlos. O no los ignoro como corresponde o mientras yo creo que los ignoro ellos entienden mis mensajes de otra forma, como sucedió con mi ex terapeuta.
Apenas recuerdo la charla camino al vestuario, solo recuerdo que mientras más me hablaba yo más triste me ponía. Reviví en su discurso las charlas de los coordinadores de los viajes de egresados a Bariloche, que sienten que se las saben todas, que tienen a las adolescentes a sus pies por más mamarrachos que sean y que hacen palitos en la pared de la habitación con la cantidad de mujeres que se llevaron a la cama.
Y yo no quiero eso. No quiero ser un palito en la pared, no quiero ser la figurita repetida, no quiero ser una noche. Yo quiero ser el gran amor de alguien, quiero ser una gran pasión, quiero que no puedan dormir pensando en mí, que me extrañen, que me escriban cosas lindas.
En todo este tiempo aprendí a distinguir rápidamente dónde puede existir una posibilidad de relación y dónde no. Quizás Donovan pueda darme lo que necesito, pero como están planteadas las cosas, las probabilidades de que eso suceda son muy bajas. Nunca será el amor de mi vida y yo nunca seré el suyo. Nunca sentiré por él lo que sentí la última vez, nunca me quitará el sueño, nunca podré escribirle nada, nunca será mi gran pasión. Y antes que una buena noche, prefiero seguir insistiendo con las clases de body combat.