jueves, 10 de enero de 2008

Ayer soñé

Ayer te soñé sin rostro. Ayer te soñé seguro, fuerte, pausado en el andar. Tus brazos firmes transmitían seguridad, tu mirada cálida desnudaba el alma. Ayer soñé que se abría una brecha en el tiempo, un instante entre el día y la noche que no le pertenece a nadie; un instante en el que el reloj se detiene ante un mundo paralelo por donde se filtra la resolana como antesala del tiempo. Ese mundo inventado era posible. Soñé con el perfume de tu voz, las caricias de tus besos y el destierro definitivo de la incertidumbre. Soñé que podíamos soñar juntos, aprovechando el descuido de la razón y la magia del sentimiento. Soñé que sentías lo mismo que yo, que caminábamos sobre el pasto mojado por el rocío, para volvernos invisibles bajo un deseo común.
Ayer soñé que soñaba. Lástima que fue un sueño. Lástima que fue ayer.