jueves, 17 de enero de 2008

Blog

Estos días estuve pensando mucho en este espacio, mi blog. Este espacio que abrí con una idea algo similar a la de un diario íntimo, con hojas en blanco deseosas de vivencias, pero sin llave. Desde un primer momento intenté transmitir historias, algunas noveladas y otras no tanto, algunas mezcladas con la imaginación y otras exquisitamente verdaderas, como la vida misma. Mi intención no es tomar decisiones específicas ni posicionarme de determinada forma frente a la vida cuando comparto con ustedes las cosas que escribo; simplemente las comparto, leo sus opiniones y los disfruto. El blog es una parte de lo que soy, no todo lo que soy. Me gusta leer, escribir, aprender de ustedes. Todos los que tenemos un espacio en la web sabemos que hay alguien detrás de una pantalla en algún punto del planeta, leyendo. Y así escribimos, sabiendo que no estamos solos. Sin embargo, algo que escribí precipitó un desenlace que no deseaba. Y la verdad es que lo estoy pasando mal, muy mal. Con esto no pretendo palabras de aliento, les cuento sencillamente que si hay algo que escribí que solo sirvió para generarme más angustia de la que tengo ahora, para restar y seguir restando, ya no sirve. Entiendo entonces que debo aprender a manejar mejor este espacio, sin comprometerme tanto, inventando más fantasías que contando realidades. Sabrán disculpar.