jueves, 31 de mayo de 2007

Certezas

A veces aparece ese “no sé qué” que me empaña los ojos despintados y me deja con la mirada perdida en los recuerdos.
A veces ese no sé qué se presenta inesperadamente, como hoy, uno de esos días en los que no solo está nublado de la ventana para afuera, sino de la camiseta para adentro. Será que desde hace tiempo soy sombra y fotógrafa de las vivencias ajenas; será que el calendario deshoja el otoño para precipitarse en el invierno; será que todo está tan tranquilo que asusta; será que hoy así, al pasar, descubrí un amor. Y entonces será que entristecí, no porque los protagonistas de la historia no merezcan vivir un amor pleno, sino porque desde que descubrí mi extraño don para predecir finales y comienzos, ya no soy protagonista sino mera observadora. Ya no actúo, me cansé, solo observo. Observo la vida de los otros, sus logros, sus crecimientos profesionales, sus amores, sus desventuras. Vivo desde el banco suplente alegrías, traiciones y deseos. Olfateo los amores nuevos a distancia, los engaños, las mentiras, los desenlaces de parejas siempre truncas. Sé con seguridad sin método alguno más que una profunda certeza el sexo del niño por nacer. Sé que no lo pienso, solo lo siento. Siento en todo el cuerpo certezas extrañas. Tengo el estigma “yo sabía” marcado a fuego en la sangre. A veces desearía, simplemente, no saber.
Hoy no me maquillé. ¿Para qué? Sé que no voy a encontrarme con nadie más que mis propias certezas. Tan solo, lo sé.

martes, 22 de mayo de 2007

"No le temo a la muerte, sólo que no me gustaría estar allí cuando suceda”. Woody Allen.

Cuando pasa esto, o esto o esto otro, me da un dolor muy fuerte en el pecho, mi vida pasa como relámpago por mi mente y llego a la simple y patética reflexión de que “cuando te tiene que pasar, te pasa”…

La muerte nos acecha de cerca. Se acuesta en nuestra cama y despierta en la de otros, o no. Nos acompaña. Nos espera en cada esquina. Nos persigue. Es certera y precisa, injusta, inmanejable y exacta. Es la inevitable desesperanza y la forzada aceptación de la ausencia. La incertidumbre sobre el después.
De lejos, a veces, nos señala. De lejos, a veces, sigue de largo. No sabemos si espera agazapada para darnos solo un susto o para invitarnos a soñar con ella.
Destructora de sueños e ilusiones, su presencia nos llena de profundo dolor. Penetra en el deseo de los desamparados para invitarlos a cometer el peor de los crímenes: dejarse llevar en su nombre. No importa cuánto nos aferremos a todo lo maravilloso de la vida, al árbol firme y dispuesto a pesar de las tormentas, Ella siempre estará allí, cubriendo de negro almas perdidas, inocentes, sabias. Muerte: realidad que se impone irreversiblemente para escabullirse en medio de la desolación, para tomarnos por sorpresa y dejarnos sin aliento, sin más por hacer.
Y hoy, así porque sí, agradezco que la muerte siga haciéndose la distraída, dándome la oportunidad de seguir adelante...

jueves, 10 de mayo de 2007

Anónimos

“…Te deseo, te extraño, no puedo vivir sin vos, así me dejaste, herida…”

Nos brindamos enteros. Nos dejamos llevar. Nos entregamos al anonimato despojados de nuestras caretas, aferrándonos a él para dar rienda suelta a nuestros más profundos deseos y sentimientos de odio, amor, venganza; para dar paso a los resentimientos depurados por la cultura y la sociedad.

Deseamos, amamos, gritamos con fuerza nuestras flaquezas, nuestros amores perdidos, nuestros deseos de estar juntos, separados, de gritarle al mundo traiciones y desencantos. Así, asidos de un manojo de verdades, un nombre común nos vuelve invisibles, nos devuelve las fuerzas y nos desnuda sin tregua ante lo inmanejable.

Denunciamos lo que nos duele, lo intolerable, lo repugnante y lo atractivo y a su vez tememos ser descubiertos amasando el idilio que existe entre el deseo de gritarle al mundo quién somos y la vergüenza de que rechacen nuestro nombre.

Anónimo. Gritamos con tu nombre lo que a oscuras reprimimos a diario, para expresar con miradas de niño despojado lo que en verdad sentimos. Anónimo, te invocamos a la hora de contar verdades. Anónimo, si te conoceré…