viernes, 15 de febrero de 2008

Off

Me voy. Me fui. Me voy. Me voy de vacaciones. Bueno, bah, en realidad lo que quiero decir es que no voy a levantarme a las 6.30 de la mañana todos los días para ir a trabajar. Quiero decir que no voy a estar on line en el chat. Quiero decir que si me llaman a la oficina va a atender “Marta Reemplazo”. Quiero decir que ojalá tuviera más ganas de tomarme estas vacaciones. La palabra vacaciones nos obliga a que todo lo que suceda en esos días tenga que ser fantástico y maravilloso; que aunque te llueva diez días seguidos y te aburras como una ostra, es buenísimo, genial, porque está bajo el título “vacaciones”; que aunque se te caiga una palmera en la cabeza, es señal de buena suerte porque estás de vacaciones; que aunque te roben la billetera no importa, porque es un chorro importado “made in China” que vive en el lugar de tus vacaciones; que aunque te agarres de los pelos con los demás integrantes del tour durante los trescientos cincuenta días restantes del año, no importa, porque esos quince días que estás de vacaciones todos se van a querer mucho y todo se va a arreglar, porque estás de vacaciones. Y cualquier plan, por más ridículo que parezca, se vuelve perfecto, desde ir a tomar un helado a Alaska hasta hilar polainas en Tilcara a las dos de la tarde con cincuenta grados de calor.
Para mí estas vacaciones tienen una expectativa tan triste e inútil como ángel de la guarda de los Kennedy. Aspiro a no viajar apretujada todos los días en el subte, a dormir hasta las ocho de la mañana, a no tener que soportar los pedidos insólitos de mi jefe y allegados, a que mi hija no llore cuando la dejo en el jardín porque no va a haber jardín porque estamos de vacaciones, y a una catarata de tiempo dedicado a armar planes para evitar el aburrimiento.
No sé si voy a descansar demasiado, tengo muchas cosas que resolver antes, durante y después de las vacaciones porque se avecina un dos mil ocho complicado. Tengo que pasar por una cirugía, o dos, quizás (y no precisamente estéticas), un cumpleaños que prefiero obviar, tomar decisiones sobre el jardín de mi hija y su futura educación, hacer arreglos en casa y, lo peor de todo, estar mucho tiempo conmigo misma, mis desventuras y mis lamentos sobre mis desafortunadas elecciones a la hora del amor. Pero supongo que si arreglo todas mis ideas y toda mi vida en este tiempo de ausencia todo me va a salir bien y fantástico. Y, encima, seguro me gano la lotería, porque estoy de vacaciones.
Extráñenme mucho, por favor.
Nos leemos en algún momento. Chau.