viernes, 27 de abril de 2007

Había una vez...

Mucho antes de que existiera una literatura escrita exclusivamente para niños, los cuentos populares –de hadas, ogros y princesas- se transmitían a través de la tradición oral y de generación en generación. Con el transcurso del tiempo, los cuentos sufrieron una serie de mutilaciones, adaptaciones y censuras de partes “crueles”.
Justamente el otro día, mientras buscaba algún librito lindo con el que Mile pudiera entretenerse, me topé con todos los clásicos y, si bien compré el más “inofensivo” (El Gato con botas), hice un breve repaso mental de las tramas de: “Caperucita”, “Blancanieves”, “La Bella Durmiente” y “Cenicienta”, y descubrí porqué no me gustaría que mi hija escuchara ciertas cosas en tan tierna infancia. ¿Cómo le explico que, por ejemplo, aunque la mamá de Caperucita sabía que el bosque era peligroso y que había lobos la mandó sola hasta la casa de la abuelita y vestida nada menos que de ROJO?; o que el cazador abre la panza del lobo y sale la abuela viva; que la madrastra envidiosa de Blancanieves se come el corazón de un jabalí pensando que es el de la muchacha que había mandado a matar; que la Bella Durmiente intenta probar un huso aunque sabe que si se pincha dormirá por cien años (Hay una versión que indica que una de las hadas no le otorgó el don de la inteligencia y que la pobre Bella Durmiente era medio boludaza); que Cenicienta es torturada nada menos que por los seres que deben protegerla; que el ogro de Pulgarcito y la bruja de Hansel y Gretel se quieren comer a los niños...
Y si hablamos de "El enebro", tenemos a una madrastra que odia a su hijastro entonces lo mata y alimenta al padre con la carne del hijo… Un primor. No creo que baste con explicar que las “crueldades” corresponden a la fantasía del autor y a una época pretérita de la historia. Hmm, no, llevaríamos la fábula a un plano muy real y mundano.

Si bien es cierto que la literatura infantil estimula la fantasía del niño y contribuye al desarrollo de su personalidad, no me parece muy acertado enfrentar a los niños a través de los cuentos con los conflictos más bajos del ser humano tales como el asesinato, el incesto, la venganza, el poder o el ansia de someter al otro. Tampoco propongo que vivan inmersos en un mundo unilateral en el que solo estén en contacto con el lado positivo de las cosas. Quizás lo bueno sería encontrar la manera de equilibrar los contenidos y encauzarlos hacia mensajes edificantes. Se narra para justificar lo incomprensible, lo misterioso, para transmitir culturas, para conocer la anónima sabiduría de los pueblos. Cuando contamos un cuento, no solamente entretenemos, también comunicamos valores. No me gustaría inculcarle a mi hija la idea de que cuando se trata de crecer y madurar, solo se logra a costa de las desgracias ajenas.
Colorín colorado, este post ha terminado.