viernes, 24 de agosto de 2007

Situaciones

Hora pico; pies hartos de caminar botas altas, cansancio eterno, es jueves y la noche anterior la gorda lloró bastante ¿qué le pasará? Me levanté como tres veces. Decido hacer dos estaciones de más en el subte para poder viajar sentada, total, tengo algo de tiempo. Puf, siete minutos esperando y el subte no llega. Ahí vino, por fin. Me siento, retrocedo pero vale la pena, así dormito las diez estaciones que tengo por delante.
Bajan. Suben. Se llena. ¿Qué hora es? Puf, otros siete minutos de espera para que arranque de una vez. No veo la puerta. ¡Cuánta gente! Y eso que estamos en la cabecera. Pienso: Lo único que falta es que ahora entre una señora con un bebé y me tenga que levantar… Escucho una voz en mis tímpanos: “Estoy embarazada, ¿me dejás el asiento?”

(…)

Año 1989. Vecinos desde hace tiempo. Yo: muerta de amor. Él: alto, fornido, ojos verdes, nariz perfecta, médico. Un poco más de años, pero ¿qué importa? Lo miro, me mira, me invita al cine. ¿Me enamoré?
Nos besamos. Conozco su casa. ¡Es hermosa! ¿Me enamoré? Suena el teléfono. La novia. ¿Tenía novia?

(…)

Sábado al mediodía. Termina la clase de inglés. ¿Vas para allá? Sí, claro. Bueno, dale, vamos juntas. Caminamos dos cuadras. Yo: “Tus clases me encantan, la verdad es que lo pasamos muy bien, son amenas, divertidas, hacía rato que no tenía una profesora tan piola”. Ella: “Me alegro. También doy clases particulares en la casa de mi novio, que vive en la casa de la otra cuadra. Es médico”. Yo: “¿En la casa? (…) Ah. Creo que lo conozco”. Ella: “Se bien que lo conocés”.

(…)

Pileta. Nado. Qué bueno es compartir la pile con la peque, se divierte mucho. Dos nenas. Un papá simpático, morocho, ojos azules, perfecto. ¿La mamá? Peque: “Quiero jugar con las nenas”. Vamos. Charla amena. Ojo porque seguro la mamá está en casa. Él: “Estoy separado”. Peque: “Quiero los flotadores como tienen las nenas”. Él: “Tengo un par de más”. Nadamos. Todos. Parecemos los Campanelli, y ni nos conocemos. Las nenas y la peque parecen amigas íntimas. Él: “Nos vamos a almorzar”. Yo: “Peque, hay que devolver los flotadores”. Él: “Quedatelos, me los devolvés la próxima, chau”…

¿Continuará...?