No hay caso. Cuando el amor te atrapa, te pasa el trapo con Blem aroma naranja hasta el último de los rincones, te limpia, te perfuma y te deja libre de pelusas. No importa cuan racionales ni inteligentes seamos ni la experiencia que tengamos en la materia, cuando te toca, te desarma, te acorrala en callejones sin salida y te deja así, sin entender dónde quedaron tantos años de errores teóricamente irrepetibles.
Agustín es un chico inteligente y muy interesante, de ojos cálidos y alma transparente. Es fácil saber lo que le pasa, basta con mirarlo fijo o escuchar su tono de voz. Es de esos amores fieles y únicos, y es, a mi entender, un muy buen pibe. Pero tuvo la mala suerte de encontrarse con el amor, patinar y caer rendido a sus pies. Digo mala suerte porque en esas circunstancias, enamorarse es tener mala suerte. ¿O qué sino? La mujer en cuestión llegó al Registro Civil antes que él y gusta de tener amantes varios. Su marido, un médico bastante interesante, hace caso omiso a su ornamenta y sigue adelante con su vida. Ella es grácil, culta y muy astuta. En vano es hablar con Agustín y explicarle que ella nunca va a divorciarse, que es así, e intentar disuadirlo y hacerlo entrar en razones. El otro día me dijo: “Yo no elegí enamorarme de ella” y eso me dejó pensando… ¿Hasta qué punto somos dueños de elegir al destinatario de nuestro amor? ¿Por qué nos esmeramos e insistimos en lo que es complicado? ¿Qué apuesta hacemos cuando nos involucramos sentimentalmente con un imposible? ¿Qué queremos probar? ¿Estamos mejor ubicados y tranquilos cuando sabemos que el otro está ocupado y eso nos libera de compromisos? De comprometernos con nosotros mismos, de respetar nuestros sentimientos, de cuidarnos.
En un país de Asia, cuando quieren insultar a alguien y desearle el peor de los males le gritan: “ojalá te enamores” y le echan la peor de las maldiciones que, a su entender, un ser humano puede padecer, condenándolo a años de sufrimiento tortuoso y de amores no correspondidos.
No hay caso, cuando el amor te atrapa, te encierra en un laberinto de sensaciones inexplicables, en un sinsentido que supera todo lo conocido por nuestra mente y nuestro cuerpo, sin darle lugar a nada ni a nadie más, para secarnos hasta la última gota de suspiro, para provocarnos insomnio, para volvernos tontos y vulnerables… No hay caso, cuando el amor te atrapa, inevitablemente y sin importar cuánto te resistas, te pasa el trapo.