miércoles, 16 de abril de 2008

Donovan y yo

Ayer volvía a mi casa pensando en el profesor de gimnasia. Y en mí. Y en él. Y en mí. Y en cómo comenzaron nuestras estúpidas charlas. Y no lo digo porque no me resulte grato conversar con él, sino porque para mí es una simple conversación intrascendente y para él… ¿Y para él? ¿Y qué pensará él que son para mí nuestros diálogos de cinco minutos post clase? Y me preocupé porque, en general, mientras yo pienso que el tipo es simpaticón y buena gente, el otro divaga por el mundo carnal suponiendo que estoy servida en bandeja y muerta a sus pies. Entonces me puse a pensar que tengo ante mí una nueva situación ambigua que estoy a tiempo de observar en detalle antes de meter la pata o cambiar de gimnasio.
El sujeto en cuestión mide como doscientos metros, tiene más músculos que Superman, sus manos deben tener el tamaño de mi cabeza y es lo más parecido que vi en mi vida a la versión morocha de Mike Donovan, de “V, invasión extraterrestre”. Yo vestida para hacer gimnasia soy la reencarnación de Doña Florinda. Mis musculosas están llenas de agujeros, mis medias no combinan con nada, mis zapatillas no se fabrican más y tomo esa clase de body combat porque el horario me queda bien. Nada más que por eso. Soy la antítesis en persona de la lucha libre. Mi escasa formación física se limita a la danza, a la expresión de las manos en el movimiento, a la dulzura en los pasos, a los pies estirados; y no a darle piñas a un oponente imaginario. Y así comenzó todo. Mientras yo me esmeraba en reventar a patadas a quien le tuviera bronca ese día, él me gritaba que pusiera más voluntad y que dejara el ballet para el teatro Colón.
Un día, cuando la clase terminó, me llamó aparte y me dijo:

Donovan

—Disculpame, ¿vos por qué venís a esta clase?

Beya
(Si le digo que vengo porque es la única clase que hay a las 13.00hs no le va a gustar).

—Porque quiero tonificar los músculos de los brazos. Hablando de eso… (Y comencé con un interrogatorio impreciso de cómo había que mover el brazo para que trabajara mejor). Sorprendido ante semejante cadena de preguntas gansas, contestó:

Donovan

—Vayamos bajando. En el camino te explico…
Continuará…