lunes, 28 de julio de 2008

Pas de deux

Y entonces lo vi de lejos. Y entonces cruzó la calle. Y yo así, con las ojeras del sábado a la mañana y el jogging viejo, rumbo a la clase de danza. Así, mamarracho y casi sin desayunar. Supe que lo conocía pero no recordaba bien de dónde. Él, amablemente, se acercó a saludarme. Y entonces me sentí incómoda, intenté arreglarme el pelo y tapar las manchas del pantalón. Él fumaba. Mucho. Hablamos del laburo, claro, trabajaba a unos pisos de mi oficina. Y entonces empezaron los mails y las increíbles coincidencias en los gustos, las pasiones, la creatividad.
Y finalmente un martes de agosto nos encontramos. Ahí supe que ya no iba a poder prescindir de sus mails, de sus charlas, de su presencia. Supe también que compartía su vida con otra mujer. Supe que mi mundo, de golpe, se derrumbaba. Y entonces silencié mi tristeza y las noches se hicieron interminables y los fines de semana eternos.

Él intentó continuar y yo acepté, lo extrañaba demasiado. Y entonces sucedió la magia. Ya entrada la primavera experimenté la declaración de amor más hermosa que viví en mi vida, o al menos la más esperada. Un almuerzo me regaló las palabras que durante más de tres meses había querido escuchar... Y entonces se separó. Y entonces fui feliz. Después de mucho tiempo, fui plenamente feliz. Podría relatar aquel día con el más mínimo detalle, podría contar cada minuto y revivir aquella magia en cada segundo. Pero la felicidad cabe en una cáscara de nuez. El silencio asomó de golpe para hacerse incomprensible, permanente, doloroso...

Anoche me acosté pensando en aquel encuentro casual a dos cuadras de la Plaza del Congreso, hace ya seis años. Y le debía un post a aquella magia.
Y entonces lo vi de lejos, y entonces cruzó la calle... y entonces, de todas las palabras que me dedicó, elegí quedarme con éstas:

“…y sos la que vale la pena y mucho y que ya ocupa un lugar en mi vida, y que sigo pensando que tuve suerte, mucha suerte, en cruzar y que a pesar del poco tiempo que pasó me enseñó mucho más de lo que podría creer, me despertó inquietudes y sensaciones que estaban dormidas…”.

jueves, 17 de julio de 2008

Piedra libre

El otro día, durante una charla más que trivial en la cocinita de mi oficina, comentábamos sobre la próxima fiesta de fin de año, esa fiesta a la que la mayoría va por los sorteos y en la que todos se odian pero igual se juntan para comer y tomar porque paga la empresa. Al parecer, este año quieren invitar a las parejas de los empleados, cosa a la que me opongo rotundamente, porque si sumamos lo acartonado de la mayoría de los sujetos a la supervisión constante de sus señoras esposas, obtenemos un combo vomitivo de muñecos a control remoto, y, para eso, prefiero quedarme en casa mirando a los tele tubbies por la tele.
Mientras debatíamos al respecto, uno de los chicos me dejó helada con su comentario sobre mi comportamiento en la fiesta del año pasado. Recé para que la tierra me tragara, intenté hacer memoria de todos los detalles y me retorcí del esfuerzo intentado recordar algo de lo que detallaba, pero fue en vano. De esa noche tengo como flashes de situaciones y momentos que no puedo terminar de hilar. Claro que me acuerdo de mi llegada y de los detalles de mi partida, pero para lo sucedido en el medio se me juntan imágenes diferentes y para nada cronológicas. Recuerdo mi apetito feroz, y, por supuesto, mi seguidilla de copas de vino blanco con el estómago casi vacío. El ingreso al salón comedor ya me resulta impreciso, para ese momento yo ya debía estar al borde de la cirrosis…
Por aquel entonces yo tambaleaba en una cuasi relación muy intensa para mí, desplegada en el peor de los escenarios posibles: hombre casado, misma empresa, mayor jerarquía. Aparentemente mi subconsciente se encargó de ventilar con lujo de detalles mis sentimientos prohibidos. Recuerdo que le hablé y que bailamos (¿Yo le hablé y nosotros bailamos? ¿Él me habló y yo bailé? ¿Todos bailamos y hablamos con todos? ¿Yo estaba?), pero no recuerdo nada específico que diera lugar al comentario que escuché seis meses después en la cocina. Todo lo contrario, me esforcé tanto por disimular que estaba segura de mi posterior nominación al Oscar, o al menos al Martín Fierro. Algo no pasó tan desapercibido como yo suponía. Si bien debe ser cierto que algunos de mis movimientos me delataron, de ahí a decirme que estuve literalmente “colgada del cuello” del señor en cuestión durante toda la noche, hay años luz (¿Colgada del cuello yo? ¿Yooo?? Seguro que a esa altura ya no podía diferenciar el cuello de los pies). Adiós Oscar, Adiós Martín.
Ahora, cada vez que me cruzo por los pasillos con alguien me pregunto si conoce mi “secreto”, lo supone o ya lo olvidó. Después de escuchar eso, quizás sea mejor que este año ellos vayan con sus esposas y yo me quede en casa mirando la tele.

martes, 8 de julio de 2008

Fragmento

"De modo que en realidad nadie te ama nunca, porque el amor es justamente eso: un espasmo de nuestra imaginación por el cual creemos reconocer en el otro al príncipe azul o a la princesa rosa. Escogemos al prójimo como quien escoge una percha, y sobre ella colgamos el invento de nuestros sueños. Y da la maldita casualidad de que la gente siempre tiende a buscar perchas bonitas. A las niñas lindas, por muy necias que sean, siempre se les intuye un interior emocionante, mientras que nadie se molesta en suponer un alma hermosa en una mujer fea. A veces esta certidumbre que acompaña la fealdad escuece como una herida abierta: no es que no me vean, es que no me imaginan".

martes, 1 de julio de 2008

Ocupadísimo

Habíamos quedado en que yo le mandaba un mail, pero dada la delicadeza del tema y como hicimos en tantas otras ocasiones, lo llamé al celular…

Beya
Hola, JM, soy Beya, la mamá de la peque. ¿Cómo estás?

JM
Ocupadísimo, muy complicado. Éste es un mal momento porque la verdad es que ahora no te puedo atender porque estoy muy ocupado.

Beya
Bueno, te llam…

JM
Sí, estoy ocupado y no puedo hablar ahora.

Beya
Si pref…

JM
Es que hoy estoy con mucho trabajo, ocupado, tengo muchos pacientes.

Beya
Disculpame. Te llam…

JM
Justamente no puedo hablar porque ahora estoy con unos pacientes hablando de algo delicado.

Beya
¿Pudisteleerelestudio?

JM
Está igual que los anteriores. Ahora no puedo hablar porque estoy muy ocupado. Tengo unos pacientes en frente mío y estoy hablando de algo muy delicado.
(…)

Qué extrañas son algunas cosas. JM tardó (y perdió) sesenta segundos en explicarme algo irrelevante que no solo no me interesa sino que ni quiero escuchar y dos segundos en decirme lo que yo necesitaba saber para vivir en paz durante los próximos seis meses.