viernes, 1 de febrero de 2008

Callejones

Vago por las calles de mi mente intentando encontrar una salida pero me pierdo en las pocas palabras aturdidas que puedo recordar. Me descubro empantanada en elucubraciones conocidas, en el barro de los mismos pensamientos y las viejas conclusiones, porque nada parece moverse del estante en donde está ubicado, encasillado y etiquetado por mi raciocinio. Cuando algo no encaja en los parámetros de la experiencia, me mareo, mi mirada se pierde en situaciones improbables, doy vueltas y vueltas en círculos y siempre termino en el comienzo, donde no importa qué camino elija, todos mueren en el mismo callejón sin salida. Lo incontrolable se me escapa de las manos e intento resolver el futuro como una ecuación matemática simple; y otra vez me siento a pensar las mismas cosas ya pensadas cientos de veces, para llegar a la conclusión de que no puedo concluir nada. Es ahí cuando la desilusión se vuelve amiga de lo predecible y se acurruca en los rincones de la asfixia. Sofocada, así estoy, sofocada por mis propios pensamientos y aturdida por mis propias emociones, ensayando respuestas e intentando despojarme de la incertidumbre que me genera lo que siento, no lo que pienso. Y este lugar intermedio entre la nada y el todo hace que lo posible y realizable se pierda en un callejón de argumentos penosamente racionales.