Te fuiste aquella noche, añorando tus recuerdos de lágrimas
secas por el viento de un invierno gris. Cómo cambian las cosas en tu mundo de
crucigramas y recovecos disimulados por un alma vencida por la melancolía. Te
jugaste por alguien que no conocías y eso no es algo para dejar pasar. Lo tomé.
Confundí palabras. Me acerqué al alma solitaria que fabriqué y me perdí en un mundo de realidades difusas
y versiones diferentes difíciles de creer. Bastaba con decirme las cosas como
eran… Pero quién sabe cómo son las cosas cuando se presenta lo inesperado que
nos permite apartarnos al menos un instante de la rutina que nos sostiene. “Dame tiempo”, me dijiste una vez. Las ganas
no entienden de tiempos, pensé.
Leo tu caravana de sentimientos, sorprendida, para cruzar mis
canciones con las tuyas en donde el viento se hace música con la guitarra de tu
fogón. El LA 440 se pierde entre las notas hechas ceniza sobre mis pies descalzos. Aparece la gaviota que
nunca más volvió, enredada en acordes torpes de silencios insoportablemente
amargos. Lo cierto es que esta copla corta dejará que muera en mí el deseo de entrelazar mi voz con tu voz, y logrará que
la ausencia se instale en cada nota jamás compartida.
Y permanecerá el espacio mientras el tiempo se borrará para
siempre. Se cerrará el cancionero y teñirá de sombras la madrugada que fusilará
el recuerdo inexorablemente, para cantarte al oído que tuve que irme por calles
sin callejones, por laberintos olvidados de compases sin terminar, que, suspendidos
en tu voz ausente, algún día también dirán: otra vez será.
1 comentario:
Nunca supe siquiera si sabés mi nombre o si solo llevo el título de ser: "la mamá de..."
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