viernes, 20 de octubre de 2006

Buenos vecinos

SEÑOR VECINO DE “ARRIBA”

Por favor, antes de golpear las puertas de los armarios, investigar si las sillas son capaces de rayar su piso, dejar caer objetos para corroborar la ley de gravedad, tirar basura por el balcón, probar la resistencia de los tacos aguja, dar golpes en el piso, martillar, agujerear paredes a las tres de la tarde los domingos, entrenar para la “Maratón Adidas” en el Living, dejar que sus hijos prueben los patines en plena siesta o adiestrar a su perro para que busque los huesos en el parquet, RECUERDE QUE…

LOS VECINOS DE “ABAJO”

Escuchamos absolutamente TODO, si leyó bien, TODO. Sabemos y conocemos los más mínimos detalles; y no porque nos guste estar pendientes de las habilidades ajenas, sino porque por más que lo intentemos, somos víctimas silenciosas de los antojos deliberados de los vecinos de “arriba”. Ya no se respetan ni los horarios básicos de descanso. Ninguno de nosotros sabe a qué hora debe levantarse el pobre infeliz que duerme en el piso de abajo, bajo nuestros ruidosos hábitos, o si está enfermo, o si tiene un bebé recién nacido y logra conciliar el sueño tan solo durante breves momentos del día. O simplemente si un domingo quiere dormir hasta las seis de la tarde porque tiene ganas. Pareciera que “las buenas costumbres” las dejamos para los libros y que son cosa de “los otros”. Nos horrorizamos con la violencia cotidiana de los diarios pero olvidamos que somos generadores activos de pequeñas violencias. Cerramos las puertas de un solo golpe, gritamos, bailamos un malambo en la habitación a las dos de la mañana, regamos las plantas como si nuestro balcón fuera un parque de siete hectáreas que necesita doscientos litros de agua y no nos damos cuenta (o si) de que dos pisos más abajo el incrédulo vecino de “abajo” acaba de colgar la ropa. Arrojamos basura por el balcón o permitimos que nuestro perro haga pis afuera y se chorree, sin importarnos, una vez más, que justo el “desubicado” bebé de abajo esté jugando afuera. Adrede o no, nuestras pequeñas miserias humanas hacen de la convivencia un lugar común realmente denigrante. Esmerémonos por mejorar, y si no podemos mejorar nuestros malos hábitos, intentemos, al menos, no hacer de ellos una carga para los demás.

Firmado: “LOS VECINOS DE ABAJO”.

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